Cualquier ser vivo emite biofotones. Descubiertos en 1976, los biofotones o fotones son partículas de luz que el organismo absorbe, almacena y emite. Los fotones nos llegan del sol y de varios alimentos, y nuestras células producen biofotones que participan en la coordinación de su funcionamiento. El biofísico Fritz Albert Popp, pionero de la investigación en biofotónica y candidato en su momento al premio Nobel, afirma en su libro «La biología de la luz» que los biofotones son cruciales en el abordaje terapéutico de las enfermedades, ya que transmiten la información necesaria para que se desarrollen todos los procesos químicos y físicos que sostienen la salud.
Es la luz en todas sus frecuencias la que nos permite las funciones de todas nuestras células, activando las mitocondrias. Regula la función celular, pero también otros importantes procesos vitales. Los biofotones tienen un papel crucial, ya que son transmisores de información biológica y nutricional necesaria en diversos procesos vitales de nuestro organismo. Cuanto más elevado es el nivel de energía que emite una célula, mayor es su vitalidad y su capacidad de transmitir energía en nuestro organismo. Por esta razón, se afirma que cuanta más luz sea capaz de almacenar un alimento, mayor será su calidad. Hoy en día existen instrumentos para medir la cantidad de luz que almacenan los alimentos. Cuanto más alta sea la frecuencia vibratoria que emiten, más saludable y recomendable será. La medición de la frecuencia vibratoria de nuestro propio cuerpo nos indica nuestro estado de salud. En una persona enferma, es notablemente más baja que en una sana.
Hay estudios que han demostrado que, en solo tres segundos, tras un sorbo de café, la frecuencia de una persona se reduce en 14 MHz. Sin ninguna intervención para reequilibrarla, la frecuencia de esa persona tardará tres días en volver a la normalidad. Algunos expertos señalan que la inhalación de aceites esenciales recupera la frecuencia bioeléctrica perdida en menos de treinta segundos. El premio Nobel Schröedinger descubrió que la calidad de la comida depende de su capacidad organizativa (neguentropía). Muchos alimentos que se almacenan en malas condiciones o durante largo tiempo pierden su capacidad de crear orden porque la luz almacenada en sus moléculas se debilita o desaparece. Los animales y los humanos somos «captadores de orden» porque quienes producen el orden en la materia orgánica son las plantas en la fotosíntesis. Vivimos de la luz y tenemos que encontrar la conexión entre la capacidad de almacenaje de la comida y su calidad. La frescura es la clave para tener alimentos ricos en fotones.
En 1992, Bruce Taino llevó a cabo en la Universidad Estatal de Cheney (Washington) el estudio de la frecuencia vibratoria media del cuerpo humano sano y determinó que durante el día esta era de 62 a 72 MHz (megahercios). Averiguó igualmente que: «Cuando se reduce la frecuencia vibratoria de una persona, el sistema inmunológico se ve comprometido». A los 42 MHz sobreviene el cáncer. Entonces hay que alimentarse de luz solar, rodearse de personas luminosas y comer alimentos cargados de fotones. Entre los alimentos de mayor frecuencia luminosa, por encima de los 50 MHz, encontramos la clorofila, las flores, el cacao crudo, la espirulina, el limón, las algas, y los aceites esenciales.
Comer más luz
Comer más luz consiste sencillamente en comer más frutas y más verduras, crudas, frescas, silvestres y/o ecológicas, ya que son los alimentos más ricos en biofotones y, por tanto, se consideran alimentos con luz. Al asimilar los vegetales que ingerimos crudos, la luz vital de sol almacenada en la planta es asimilada a su vez por nuestro propio organismo. Cuanto más nos alejamos de ese patrón, menos luz ingerimos. Y cuanta más energía solar somos capaces de asimilar y almacenar, mayor es nuestra capacidad de sanar y de mantener una salud óptima.
De mayor a menor contenido en biofotones tenemos:
- Aceites esenciales
- Flores
- Fruta cruda
- Frutos secos y semillas crudas
- Hojas verdes crudas
- Raíces, bulbos y tubérculos crudos
- Cereales y legumbres germinados
Cero fotones:
- Leche y productos lácteos
- Todo alimento cocinado
Cuanto más cerca de su estado natural estén las frutas y las hortalizas, más tiempo mantienen la emisión de fotones. Los alimentos guardados en la nevera pierden fotones.
Vamos a subrayar las diez acciones beneficiosas más importantes de la luz solar, tomada de manera oportuna:
- Activación de los cromóforos en las mitocondrias, como encender el interruptor de todo proceso vital.
- Producción de óxido nítrico, un importante vasodilatador que permite que la sangre circule en los capilares más diminutos.
- Activación de los aminoácidos: triptófano, fenilalanina y tirosina.
- Producción de melatonina con la acción de fotones sobre el triptófano. Las longitudes de onda del infrarrojo cercano de la luz del sol catalizan la producción de melatonina, un poderoso antioxidante endógeno que se encuentra en las mitocondrias. Esto es muy importante porque las mitocondrias necesitan la melatonina para funcionar de forma correcta. La melatonina de la glándula pineal (5% del total que hay en el cuerpo) ayuda a regular el ciclo de sueño y vigilia, mientras que la melatonina de las mitocondrias combate el estrés oxidativo. En pocas palabras, elimina el estrés oxidativo que se produce dentro de sus mitocondrias.
- Electrificación del colágeno: un efecto fotoeléctrico del agua que genera voltaje celular.
- Regulación del ritmo circadiano: del eje cortisol-melatonina.
- Producción de vitamina D, que en realidad actúa como una hormona en muchos procesos metabólicos fundamentales.