La «Alimentación funcional de precisión» es el resultado de más de cincuenta años de investigación sobre alimentos y surge como base de estrategias de rejuvenecimiento, longevidad, bienestar y como un instrumento altamente flexible para tratar enfermedades de difícil curación. No da la impresión de imponer una dieta muy restrictiva, casi punitiva, como si fuera un castigo por mal comportamiento. Monodietas, dietas cetogénicas, macrobióticas, ayunos o semiayunos, y consumir solo zumos suelen llevar a sentir hambre todo el tiempo, estar de mal humor y rechazar ciertas prohibiciones. Esto eleva el cortisol, algo nada saludable que conduce al fracaso de la terapia. No se puede curar una enfermedad añadiendo malestar.
La «Alimentación funcional de precisión» no demoniza alimentos ni ensalza otros. Se recurre a alimentos «funcionales» con verdadero potencial sanador y se limita o suspende el consumo de otros que obstaculizan la sanación. Se sigue comiendo dos o tres veces al día, pero se deja tiempo para el descanso digestivo. Se amplía considerablemente la variedad de alimentos y hay nuevas recetas cada día. Se abre un horizonte amplio y se descubren nuevos sabores. En realidad, no propone ni impone dietas, sino que abre camino a un modo de alimentarse altamente saludable sin renunciar brutalmente al placer de comer. Más que un castigo, parece un premio si se tiene una mente abierta que comprende lo que se está haciendo. Y cuando la actitud mental es adecuada, los beneficios llegan pronto.
La «Alimentación funcional de precisión» busca el equilibrio de nutrientes, evita cuidadosamente las deficiencias y elude todo exceso. Contempla eliminar el hambre hedónica o hiperfagia hedónica: el impulso de comer para obtener placer en ausencia de un déficit energético. Los alimentos que el cerebro demanda cuando experimentamos el apetito hedónico suelen ser productos muy salados o muy dulces, generalmente ultraprocesados, y por lo tanto, con un alto contenido de azúcares, sodio y grasas innecesarias para nuestra nutrición, lo cual lleva fatalmente a la obesidad, a la disfunción mitocondrias y a un sinfín de malestares.
La «Alimentación funcional de precisión» tiende a restaurar la función mitocondrial, aprovecha el sorprendente poder curativo de varios flavonoides, es baja en oxalatos, no provoca picos glucémicos, no sobrecarga el hígado y los riñones, reduce significativamente la glicación avanzada, activa el sistema endocannabinoide y las sirtuinas necesarias en cada caso, y activa y desactiva oportunamente las vías metabólicas mTOR y AMPK, indicando al cuerpo cuándo es el momento de crecer y regenerarse, y cuándo es el momento de limpiar. No es en absoluto estándar, sino estrictamente personalizada. Es capaz de revertir una insuficiencia renal en uno o dos meses, hacer desaparecer un cáncer en seis u ocho meses, o reducir un adenoma de próstata en dos semanas. Siempre que no haya barreras que impidan o ralenticen la curación, como vacunas, fármacos, creencias en dogmas médicos o la influencia de familiares o amigos que se oponen.
La «Alimentación funcional de precisión» respeta y despierta la inteligencia del cuerpo, y su principal obstáculo es la escasa inteligencia de la mente.