En la famosa película estadounidense dirigida por Frank Capra en 1944, «Arsénico y encaje antiguo», dos ancianas se dedican a matar gente ofreciendo vino de saúco mezclado con arsénico. Quizás esta película haya inspirado a la nefasta industria farmacéutica Pfizer para organizar una matanza masiva y obtener enormes ganancias.
Después de años de encubrir el asunto con la esperanza de que nadie se diera cuenta, la FDA ha admitido que la carne de pollo que se vende en EE. UU. contiene arsénico, un veneno que causa cáncer y que es mortal en dosis elevadas. Así que, durante los últimos cuarenta años, los consumidores de pollo estadounidenses y de otros países han estado ingiriendo arsénico.
El fabricante que ha estado añadiendo arsénico a la alimentación de los pollos es Pfizer, la misma compañía que produce vacunas que contienen adyuvantes químicos que pueden enfermar o matar a los niños. La empresa que produce Roxarsone es una subsidiaria de Pfizer llamada Alpharma LLC. Aunque Alpharma ha acordado retirar los pollos contaminados en los Estados Unidos, afirma que no eliminará sus productos de alimentación en otros países, a menos que se le obligue a hacerlo. Los países en los cuales se vende pollo contaminado son numerosos. Estados Unidos ofrece, como siempre, modelos espléndidos de ética y moral.
La FDA es, por tanto, cómplice de Big Pharma, cómplice de envenenamientos y asesinatos masivos, haciendo justo lo contrario de lo que debería hacer, ya que su deber es defender la salud de los ciudadanos.
A este punto, observando que hay cada vez más personas con infecciones bacterianas múltiples y recurrentes, cabe la pregunta: ¿Están poniendo bacterias en los alimentos?