Carta de amor para Pauline Oliveros, hoy 1932

Para  Pauline Oliveros 

 (Houston  30 de mayo de 1932- 24 de noviembre de 2016))

Querida Pauline,

      Música  y Zen han hecho sonar y resonar tu vida dejando estelas de belleza esencial, de extraordinaria creatividad. La ética de tu música, la filosofía de tu vida han marcado  indeleblemente una época que de varias maneras ha abiertos espacios a las mujeres, también a la creatividad de las mujeres, pero tu camino ha tomado un sendero dominado por los hombres: compositora de música de vanguardia. En el mundo del pop-rock, muy lejos de tu hacer música, es relativamente fácil para una mujer hermosa pasar con éxitos en las escenas y ganarse aplauso y fama. Mucho menos fácil hacerlo en ámbito nada comercial de la música pura, absolutamente creativa, exquisitamente ecológica y espiritual. Y tú lo has hecho en buena parte con un acordeón, el instrumento “vulgar” de los bailes campesinos. El acordeón, instrumentos que se toca al sol de la fiesta populares, entra en la penumbra de las salas de conciertos para emanar aquella luz acumulada que lo iluminó, que baja contigo en cuevas en todo el mundo encontrando ecos y resonancias inauditas, el acordeón que se viste de nobleza tapizando armónicamente espacios en donde materia, tierra, rocas revelan su alma que resuena con el alma humana, en donde la eterna magia del animado y el aparentemente inanimado su unen y se funden. 

    Tu grandeza se debe no sólo a tu música, se debe a tu voluntad de compartir conocimiento con los jóvenes, de haber sido una gran pedagoga, movida no por el deseo de lucir o ganar prestigio sino de tu admirable concepto que la creatividad es necesaria y fundamental para la dignidad humana. Con la creación del entrenamiento de «escucha profunda», orientado al desarrollo de la sensibilidad auditiva has ofrecido una técnica de exploración meditativa de la audición orientada a incrementar la sensibilidad hacia el sonido, a partir de una diversificación en las formas de escucha y considerando significativo cualquier sonido, desde el silbido de la radio en la búsqueda de un emisora a otra, al sonido de una nevera, al canto de un ruiseñor. Y creas tu música según el ambiente y las personas que te rodean, llegando a unificar tu sonido con el sonido ambiental y ser uno con el oyente. Tu ego se diluye, desparece y tu música resuena en el otro como si naciera en él. No hay quien toca y quien escucha. Hay un sonido unificador.  Maravillosa actuación del espíritu Zen, que hiciste tuyo residiendo en lo Zen Mountain Monastery y dejando huella de esta experiencia trascendental en “Sonic Meditation” y siguiendo en tu camino de tocar-meditando. 

    Muchas gracias querida Pauline, en mi largo recorrido entre música y Zen tu has sido como un faro, has iluminado este recorrido. Gracias a ti, pionera en esto, la música occidental meditativa alcanza la cumbre máxima. Tu te elevas y atraes a nosotros hacia el cielo, hacia el infinito.

Pauline Oliveros – A Love Song

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