«Nosotros somos los virtuosos, perdidos en la técnica, mientras que Diego es el alma».
Niño Ricardo
En la localidad serrana de Arriate, el 27 de marzo de 1908 nació́ Diego Amaya Flores. Y de calle en calle vino a parar a Morón de la Frontera. Diego del Gastor es uno de los personajes más legendarios que ha dado la historia del flamenco. Logró ser conocido en todo el mundo sin salir jamás de Morón. Nunca tocó fuera de allí. Se ha escrito tanto sobre él. De hecho, en internet hay casi 29.000 páginas que remiten a su figura, de las cuales el 90 por ciento está en inglés. En California hay una escuela de seguidores de su obra. Pero en España, desde el 7 de julio de 1973, día de su muerte en vísperas de una edición del festival de su pueblo, el Gazpacho, en el que se le iba a entregar el Gallo de Oro, solo los verdaderos aficionados al flamenco lo han seguido recordando. Diego Amaya Flores era heredero de la escuela de uno de los primeros guitarristas flamencos conocidos, Paco el de Lucena, por lo que muchos lo consideran el padre del estilo llamado «a cuerda pelá», en el que la técnica de pulgar y el predominio de los bordones son el santo y seña. Sin embargo, su concepto guitarrístico fue mucho más allá. Basándose en un absoluto vasallaje al compás – todo el toque de Diego está religiosamente cuadrado hasta el punto de que se ha legado a decir de el que complicaba las cosas a los cantaores, sobre todo por soleá -, sus variaciones y raseos esconden un sinfín de referencias que remiten incluso a los grandes compositores clásicos españoles. Pero con su figura muchos han querido hacer leyenda de la existencia una gitanería salvaje que salvaguardaba las esencias de la jondura. Es cierto que fue guitarrista habitual de Fernanda y Bernarda de Utrera, de Perrate y de su cuñado Joselero, además de otros como Antonio Mairena y Juan Talega. Pero su obra es mucho más aperturista de lo que aparenta y sus propias reflexiones desmienten todo el mito del gitano analfabeto y desintegrado como gurú del flamenco. En una entrevista que le hizo el periodista José́ María Velázquez-Gaztelu para la serie «Rito y Geografía» que emitió Televisión Española en los setenta, Diego destroza todos los tópicos posibles. «¿Usted sabe música, Diego», ¿le pregunta el joven entrevistador? Y el guitarrista responde: «Algo, algo. Empecé́ a estudiar música. Estudié la primera, la segunda y la tercera parte de solfeo. Hice algunos ejercicios y toqué algunas obras de concierto». «¿Le ha servido para la guitarra saber música?», le inquiere de nuevo el periodista, a lo que Diego rezonga: «Mucho, mucho me ha servido».
Niño Ricardo ha contado como fue su encuentro con Diego del Gastor, al coincidir ambos para tocar en una fiesta: Me reconoció nada más llegar —yo era famoso y mi foto estaba en todos los sitios—, era evidente que se moría por irse de allí. Pero se quedó́; tenía que dar la cara porque se jugaba su prestigio. Mientras yo tocaba no quiso ni ver la guitarra durante toda la noche. Seguía sin coger la guitarra… hasta que dieron las ocho de la mañana. Entonces me la pidió. Le di la guitarra y comenzó́ a tocar una soleá despacio, como nunca creí que existiera. Tocaba en la décima y cada nota sonaba diáfana, verdadera con una emoción que jamás había oído antes. Me hizo saltar las lágrimas y comprendí́ que la esencia misma de aquel hombre emergía de su guitarra. Llegaba directamente al alma del flamenco, sin adornos ni pamplinas; se diría que Diego es el flamenco. Los demás somos solo los profesionales perdidos en la técnica del instrumento.
Artistas contemporáneos también han opinado sobre Diego del Gastor, entre ellos Manolo Sanlúcar:
Si de alguien tengo influencias guitarrísticas es de Niño Ricardo y Diego del Gastor. Diego era un hombre muy vitalista, una guitarra muy jonda, muy profunda, casi primitiva, pero con un sabor maravilloso. Diego tocaba sin usar casi la armonía, era lo que nosotros llamamos «a cuerda pelá», pero con una pureza y una gracia que a mí me enamoraba totalmente.
Su arte ha suscitado poemas de José Bergamín y Alberto García Ulecia entre otros autores, así́ como glosas exhalativas de numerosos flamencólogos, entre las que seleccionamos los siguientes párrafos: Francisco Ayala: «El toque de Diego contiene más alma -más duende- que el toque de cualquier otro guitarrista flamenco hoy día. Diego no se adhiere a la corriente moderna de la velocidad y el lucimiento personal, admitida mente necesarios para aquellos que deben competir en el ambiente comercial del flamenco. Por el contrario, retiene tenazmente la sencillez de los tiempos pasados, antes de que la guitarra flamenca se convirtiera en un instrumento de virtuosismo, cuando todavía era fundamentalmente un medio genuino y primitivo de expresar lo hondo… Otras facetas que contribuyen a la grandeza del toque de Diego son su exquisito talento para acompañar el cante especialmente el cante gitano y el hecho de que mucho del material que toca es de su propia creación, el cual, en la actualidad, forma el núcleo de una autentica escuela y estilo. Pero lo más importante de todo no es lo que toca, sino como lo toca. Diego posee el corazón y el talento de convertir, incluso la falseta más anodina, en una red que va tejiendo, hasta capturar a más pura expresión de un arte, que no es simplemente un aluvión de notas, sino una expresiva combinación de música y alma».
Diego no gustaba del aplauso y el ruido, solo pertenecía al silencio, y al final, el ruido pudo más que el mismo. El silencio que alrededor de su persona quiso construir fue roto por comerciantes y vendedores de música. Cintas con grabaciones de Diego atravesaron las fronteras y fueron vendidas a precios desorbitantes. Mientras Estados Unidos podía oír el toque de su guitarra, en muchas comarcas españolas continuaba completamente ignorado. Mientras más contratos rechazaba, más venían. Mientras más se ocultaba, más buscado era» El mismo año de su muerte, 1973, la Cátedra de Flamencología y Estudios Folclóricos Andaluces de Jerez de la Frontera, le otorgó el Premio Nacional de Flamenco, correspondiente a a enseñanza y la maestría. Participó en la antología discográfica Archivo del cante flamenco, y el programa televisivo Rito y geografía del flamenco tiene por sintoniza su guitarra.
Al morir, fue suspendido el tradicional festival El Gazpacho de Morón, y en 1974, en Morón de la Frontera se rotuló una calle con su nombre y tuvo lugar el 13 de julio, en los Jardines de la Alameda, la inauguración de un monumento a su memoria, consistente en un busto obra de Juan B. Britto, con la asistencia de las autoridades locales y la presencia de numerosos artistas, entre ellos Antonio Mairena. Fernanda y Bernarda de Utrera, Joyelero, El Andorrano y Antonini, gran cantidad de aficionados, miembros de tertulias y peñas flamencas y flamencólogos.
Algunos expertos dicen también que el del Gastor no solo ensenó a los americanos, sino que aprendió́ de ellos, de manera que muchos ven en su toque claras influencias del jazz y el blues. El grupo Pata Negra legó a grabar un disco, «El blues de la Frontera», que lo apuntaba. Uno de los más importantes conocedores de su obra, el antropólogo corónense Fernando González-Caballos, hizo un estudio etnográfico del toque de Morón, titulado «Guitarras de cal», en el que abordaba todas estas cuestiones. El fue precisamente quien descubrió que el origen de todo estaba en Paco el de Lucena. Pero también arroja u sobre una curiosa figura que determina quizás la extraña personalidad de Diego: su abuela Anilla la de Diego no grabó ningún disco a conciencia. Todo lo que hay actualmente en las estanterías está rescatado de grabaciones privadas que tomaron en diferentes fiestas sus alumnos extranjeros. Porque puede decirse incluso que Diego del Gastor no fue siquiera un profesional. Fue un maestro que logró conquistar el mundo sin salir de su pueblo y es reconocido como una de las grandes figuras del toque.
Alboreá –Joselero de Morón (cante), Diego del Gastor (toque) / CC Eng. Esp.
LAS BULERÍAS DE UN ARTISTA VERDADERO QUE HUÍA DEL ÉXITO
DIEGO DEL GASTOR POR SOLEA SONIDO DESDE MICROFONO